«La música siempre ha sido un reflejo de las vivencias humanas» afirmaba recientemente en una entrevista el musicólogo y ensayista Ramón Andrés. Y es que la manera en que vive una comunidad de personas está estrechamente relacionada con la cultura, con la música. Guadassuar es una prueba evidente de ello. La presencia de ésta abarca desde los ángeles músicos que encontramos en la fachada renacentista de la iglesia de San Vicente Mártir, Joseph Bueno Camarasa, cornetista y oboísta del siglo XVIII en San Miguel de los Reyes, Juan Cuevas en el XIX maestro de capilla en Toledo, Córdoba o Valencia, Joaquín Eleuterio García Castañer, autor de un tratado de canto llano impreso en 1827 en Madrid, el desaparecido órgano de la iglesia, las diferentes bandas de música del mismo siglo XIX y XX…
Y hasta nuestros días. A distintos niveles, tanto profesional, amateur como en las manifestaciones dentro del ámbito de la música de tradición oral, teniendo la Sociedad Musical como referencia de gran parte de la actividad, como cantera de músicos, de oyentes y consecuentemente generadora de tejido social y creadora de sentimiento de comunidad. Partícipes de esta actividad encontramos personas que se dedican profesionalmente a la música de la más diversa manera (conservatorios, orquestas, colegios e institutos…) que transmiten los valores más loables, algunos de ellos en peligro de extinción: esfuerzo y dedicación imprescindibles, no acabar nunca de aprender, disfrutar aprendiendo, compartir el trabajo realizado haciendo que los demás disfruten…
De la misma manera que músicos de la talla de Händel, Mattheson o Bach peregrinaron a Lübek en busca del gran maestro Buxtehude, Guadassuar se convierte en centro de peregrinación al que acuden músicos en busca de la riqueza que proporciona la excelencia. Conocimientos, disfrute, pero también vivencias humanas surgidas de la música es lo que proporciona sin ninguna duda el Congreso Internacional de Trompas.
Joan B. Boïls